jueves, 28 de enero de 2010

Palacio de carto y agradecimiento en Haiti





Palacio de cartón y agradecimiento en Haití
Refugiados usaron cajas de raciones militares para levantar un símbolo con mensajes de gracias a Estados Unidos y la ayuda internacional

Por JONATHAN M. KATZ / AP
PUERTO PRÍNCIPE — El Palacio Nacional es una montaña de ruinas, pero los muchachos del campamento de refugiados Delmas 40 decidieron reemplazarlo con uno de cartón.
La casa hecha de cajas de raciones militares, de menos de cuatro metros de ancho, corona una colina al tope de una ciudad de carpas cerca de la base de la 82da División Aerotransportada del Ejército estadounidense. Las hojas de cartón desplegadas se sostienen sobre palos y perchas (ganchos para ropa). Una pequeña bandera haitiana cuelga al frente y un cartel hecho a mano asegura que es el “Palais National”.
Cuando el viento levanta el techo, una sábana blanca, casi se puede ver una de las cúpulas del auténtico palacio, que por ocho décadas presidió el centro de la ciudad.


“Nunca había estado en un palacio nacional, así que hicimos uno”, dijo Jhonny Narcisse, de 32 años, que integra el grupo de rap “D-Clan” con sus amigos.
Narcisse se hace llamar “B-Deep”. Louissant Bennigchton, de 25 años, es el cantante principal bajo el apodo de “J.B. Madjigriddi”. Lleva una gorra de lana naranja sobre las trenzas, una barba negra y gafas de carey. A la noche, 19 hombres duermen en el piso de tierra del “palacio”, debajo del cual se extienden las chozas improvisadas sobre un campo de golf.
Los raperos están creando una canción sobre el terremoto que destruyó todas sus viviendas, llamada “Historia bíblica”, pero aún no la terminan. Por ahora, entre risas y bailes, recitan un verso en inglés y francés criollo, mientras algunos hacen sonidos de percusión con la boca: “Necesitamos la comida. Necesitamos comer. Somos héroes. Somos héroes”.
Hay otros carteles en el palacio. Uno dice que un rincón es la nueva catedral de Puerto Príncipe. Otro, a la vista de los soldados estadounidenses de lentes oscuros que dirigen el reparto de comida a las 50,000 personas del campamento, dice: “Dios bendiga a Estados Unidos por la comida estadounidense”.
Una fila para recibir comida sube por la colina escarpada hasta el puesto de los soldados, justo detrás de la sede agrietada del club de campo Petionville, que ocupa el mismo predio que la casa del embajador estadounidense. Detrás del mar de lonas que ahora tapan el campo de golf, se ven las casas rajadas de cemento que la gente abandonó.
Los muchachos de D-Clan dicen que los soldados los expulsan de la fila, por lo que tienen que juntar el dinero que tienen para comprar arroz y cocinarlo en el palacio de cartón. No quieren contar dónde lo compran.
Los soldados, en uniforme de camuflaje, niegan haber rechazado a nadie. Dicen que normalmente dejan que la gente recoja raciones dos veces, siempre y cuando no haya empujones.
“Este palacio está aquí para siempre”, dice Bennigchton, el cantante, mientras sus amigos aplauden. “Hasta que el dueño quiera recuperar el terreno”.

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